Batiendo todos los
records de participación el viernes una hilera de ruedas y radios
invadió las calles de Valladolid. Con el copioso agrado de un
tráfico motorizado, que por supuesto, nos facilitó todas las
maniobras con un sinfín de melodías onomatopéyicas a la par que
abandonábamos la ciudad.
Fuimos dirección al
pinar con la mentalidad de principio de temporada: perder mazapanes y
recuperar poco a poco la forma.
Aun con esas y como lo
nuestro no tiene remedio (para refrescar la memoria se pueden ver
entregas anteriores como “pasados por agua” y “charcofilia”), algunos optaron directamente por calzarse zapatillas impermeables
para hacer una magistral demostración de acrobacias acuáticas. Que
si bien podían ser derrapando en el medio del charco para tsunamizar
al de al lado, mejor que mejor. Otros en cambio optaron por algo más
seguro como atravesar el ya célebre lodazal del polígono de San
Cristóbal.
Poco a poco se fueron
sucediendo las clásicas escapadas de una espada negra de lo más
competitiva persiguiendo a un deforme en plena forma capaz de
adelantarnos a todos con sus estallidos.
Camino
de vuelta una avería técnica al lado del Esgueva forzó un
solidario cambio de bicicletas, con la finalidad de evitar que uno de
los miembros perdiera de un plumazo su recia virilidad empujado
encima de la bici por delante de su facultad.
David Jiménez
Virumbrales
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