Suena
el despertador, salto de la cama, subo la persiana, gotitas de lluvia
pegadas en el cristal, brillos que me recuerdan a una cosa…
innumerables charcos en la pista del CMP, buen augurio. Es sábado,
9:35 de la mañana, desayuno un café solo, yogur y un poco de pavo,
se me ocurre… Oye Mojo: ¿vamos en bici?, éste, con medio
flequillo casi hundido en el cuenco de bolitas de cereales y leche,
dispuesto a saborear cada cucharada de su desayuno, me responde como
si nada pareciese preocuparle: “ Claro tío , hay que dar un
poquito de vida a estas patitas canarias” no consigo que no se me
escape una sonrisa por la frescura con la que habla este muchacho.
Tras
confirmar al Newey de las bicis la salida del tour, aparece de detrás
de la puerta del comedor y, la apisonadora de las piñas, oliéndose
lo que estaba ocurriendo se apunta rápidamente al plan. En fin más
que un desayuno de sábado fue la planificación del inicio de una
pequeña batalla.
Subimos
a la carrera, mi vida consiste en que siempre llego apurado a los
sitios, de manera que como siempre abro el armario calcetines,
maillot con culot (huevero para el canario) camiseta térmica, una
camiseta de algodón, bufanda ceñida al cuello, guantes y listo ¿no
es la vestimenta de un luchador? Bajamos de nuevo a la carrera hasta
que llegan Mingo, el Tino, y Álvaro (a diario sería don Álvaro
pero cuando se disfraza de luchador ese es su nombre de batalla).
10:43,
salimos por fin, Redbull a la cabeza tirando del pelotón, el inicio
siempre consiste en esquivar coches y saltarno semáforos, una
primera toma de contacto, hasta que salimos del orden urbano para
enfrentarnos a lo desconocido, eso es lo que mola, ya hay miradas
asesinas entre el pelotón… encaminados hacia el canal del Duero,
pequeños ataques serpenteando entre los charcos y forzando frenadas
del grupo perseguidor, siempre hay que ir con un ojo puesto en el
Tino, nunca sabes la que te tiene jugada.
Torcemos
a la derecha pasado Laguna de Duero por una pequeña senda de menos
de un metro de ancho , ramas cortadas en los márgenes y un firme
irregular es el terreno de una primera subida del ritmo culminada en
una rampa de madera resbaladiza que superamos algunos a duras penas,
hemos llegado ya a los pinares, oh si si empieza lo bueno charcos por
todos lados, arena mojada y pequeñas gramíneas naciendo en las
zonas más soleadas del suelo del bosque, salvo por las voces de
Valentín el pinar se convierte en una orquesta de sonidos de pura
velocidad.
Se
producen ataques en el grupo del pelotón cuando el camino se abre a
derecha e izquierda, si es Valentín, aprovechando un momento de
confusión ¡vaya tío! Subida a las bodegas de Boecillo y de nuevo
en medio del pinar ahora es el enemigo el viento y las piñas y ramas
que andan por el camino, algunos vuelan por los aires mientras otros
producen una lluvia de perdigones hacia los lados, os podéis
imaginar a los protagonistas.
Esta
situación se complica al descender el páramo por un terreno de
firme arenoso con guijarros en algunos tramos y con una fuerte
pendiente lateral que te hace asumir grandes riesgos para mantener la
estela del redbull , si la bici blanca y azul es el diablo, es
difícil mantenerse a rueda en las bajadas, no se, seguro que genera
turbulencias en el perseguidor … habrá que estudiarlo.
Parece
que lo duro ha terminado cuando sin darnos cuenta estamos subiendo de
nuevo al páramo por una senda escarpada que se convierte en un
pequeño barrizal, si si me encanta es un pasada, el barro nos ha
conquistado el truco consiste en no parar de dar pedales, pero aun
así no se puede seguir el ritmo del corredor del ciclo de las
bebidas energéticas.
Algunos
decidieron sobre la marcha salirse del camino y atajar por el
barbecho recién arado y encharcado de agua, esta situación generaba
en el corredor canario cierta desesperación cuando quedaba atascado
en el barro mientras el corredor con una recia capa de neopreno
cubriendo su tren inferior pasaba sobre el barro sin ningún
esfuerzo, ¿ sería el viento, que empujaba al esbelto corredor fuera
de la pista?
Bueno
de nuevo sobre los Montes de Torozos, vistas infinitas de la llanura,
bajada de infarto, plato grande y piñón pequeño, nuevo ataque aquí
la bestia con protección de neopreno nos saca unos metros en un
rapidísimo descenso, torcemos a la derecha y de repente …
fuaaaaaaaaaa, como un lago en medio de la llanura desierta aparecen
inmensos charcos que abarcan todo el ancho del camino y unos cuantos
metros de longitud, calados hasta las rodillas pasamos de uno a
otro, esto no es terreno para cobardes, aquí no vale esquivarlos o
pasarlos de largo, la única salida es atravesarlos lo más rápido
posible, esto si que es una pasada.
13:30 de la mañana del sábado que se preveía aburrido, es tiempo para una parada en puente Duero, nos pusimos hasta arriba de cerveza y frutos secos en el bar tras el puente de piedra, la batalla todavía no había acabado, impulsados por… no se si el frío o la glucosa que empezamos a sentir fluir nuevamente por las venas, se produjeron continuos ataques por la pista verde rumbo a Valladolid, la gacela canaria metía rueda a derecha e izquierda, el “revientapiñas” atacaba con fuerza pero no podía ganar, no conseguía recuperar los metros de ventaja y el ritmo que imprimía el molinillo de “Minifrome”, si si hay que decir que ganó esa pequeña lucha al gran Tino (pero cuidado que esto puede ser solo el principio)
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