lunes, 23 de marzo de 2009

HISTORIA DE LAS OLIMPIADAS, EN EL COLEGIO MAYOR PEÑAFIEL


LUTZ LONG: UN GESTO QUE ASOMBRÓ A TODA UNA NACIÓN

A veces se quiere mezclar el espíritu deportivo con los intereses económicos o incluso intereses políticos. Pero el carácter de las personas es lo último que tenemos al salir a una cancha y pese a las presiones externas o internas al final es la persona la que decide. Esta bonita historia ocurrió en los juegos olímpicos de Berlín en 1936. El gobierno Nacional Socialista con Hitler a la cabeza, había organizado los juegos Olímpicos con el objetivo de demostrar la superioridad de la raza Aria al mundo. Después de varios años de un programa Olímpico bastante agresivo, Alemania tenía un auténtico equipazo para estos juegos.

Hitler, había presionado al comité Olímpico los juegos y llegó a intentar que no participasen atletas de color, con escaso éxito. Sin embargo, en su suelo, en Berlín, poco podían hacer las autoridades Olímpicas. En estos juegos el equipo Americano, ajeno a estas polémicas, había seleccionado a los mejores Atletas del país, lógicamente con bastantes personas de color. Una de ellas se convertiría en el icono de los juegos, Jesse Owens. Pero el protagonista de esta historia no es el magnífico atleta americano, sino un deportista alemán que quedó en un segundo plano deportivo pero seguramente entrará en la historia de los juegos por su humanidad.



Lutz Long era el típico estereotipo alemán: alto, rubio, ojos azules, el perfecto ario. El Gobierno Alemán tenía muchas esperanzas en él, como luego confirmó. En el concurso de Salto de longitud, Long consiguió batir el récord del mundo en su segundo intento y pasaba a las finales sin mucho esfuerzo: el estadio de Berlín estaba entregado a él en esa calurosa tarde. Pero muchas miradas se centraban en Jesse Owens, había realizado dos saltos válidos, pero los jueces de línea se lo habían invalidado incomprensiblemente por, supuestamente, pisar la línea. Todo ello tenía traza de recibir órdenes de los alemanes para que un "negro" no pudiese medirse en la final al orgullo de la raza Aria.

A Owens sólo le quedaba un salto y tenía que saltar unos 7,23 m. bastante difíciles. Aquí es donde salió el valor humano, ya que Lutz Long, avergonzado de lo que estaba pasando, se acerco a Owens instantes antes de su último salto y le indicó que batiese varios centímetros más atrás, le puso una toalla en el pasillo del salto para indicarle donde tenía que saltar y de esa manera burlar las injusticias de los jueces. Owens saltó donde le indicó Lutz y consiguió superar esos 7,23 por poco.

En la final, Owens estableció el récord del mundo, con otros jueces diferentes y que respetaron las reglas. Sus 8,07 m. fueron récord del mundo durante más de dos décadas, pero lo que siempre recordara Owens y seguramente todos los juegos, fue cuando en su último salto y con todo el estadio Alemán abucheándole, Lutz Long ni corto ni perezoso, se acercó a Owens y le felicitó efusivamente y le acompañó a los vestuarios para que no tuviese ningún problema ante un hostil Estadio. En la entrega de premios, Hitler se negó a entregarle la medalla de oro, teniendo que ser las autoridades Olímpicas quien lo hiciese.

Owens antes de morir declaraba: "Podrían fundir todas las copas y medallas que he ganado, pero no valdrían tanto como la amistad de 24 kilates que tuve con Lutz Long en ese momento".

Javi Taboada




3 comentarios:

Anónimo dijo...

Impresionante suceso. Me gustaría que escribieras algún que otro post por esta línea porque evidencia los valores humanos que pueden existir en el deporte muy por encima de los intereses personales. BRAVO TABOADA,

Anónimo dijo...

Que grande Taboada una excelente crónica-artículo. Impresionante

Anónimo dijo...

Gran artículo si señor y con mucha intensidad. De verdad que me encantó