ÍDOLOS FUTBOLÍSTICOS EN LAS RESIDENCIAS UNIVERSITARIAS DE VALLADOLID (II)

Cuando el Real Oviedo descendió a tercera división en 2003, muchos jugadores le dieron la espalda. Los del primer equipo emigraron hacia otros clubes en un alarde de cobardía tras haber descendido a un equipo a Segunda B cuando tenían sueldos de primera. Y los del filial, ante la inmediata desaparición del segundo equipo, tenían el difícil dilema de quedarse en el equipo de su vida, con la posibilidad de pasar a formar parte del equipo en tercera, pero con el riesgo de que dicho equipo desapareciese o, la otra opción, irse a buscarse la vida a otro lado. Llegó a aparecer una tercera opción para estos jugadores, que era irse al equipo que había creado el ayuntamiento para forzar la desaparición del Real Oviedo, el denominado Oviedo ACF.

Entre tanta confusión de jugadores que no sabían lo que hacer, de otros que habían tomado su decisión que no era otra que la de abandonar a su suerte al club en el que se habían forjado como futbolistas desde la infancia, surgió un jugador de Llanes, oviedista desde pequeño, casi ultra que sentía los colores azul y blanco como si por sus venas circulase un líquido del mismo color que sirviese para darle la vida. Ese jugador no era otro que Diego Cervero, delantero centro del filial que cuando se le preguntó si quería seguir en el Oviedo no lo dudó ni un segundo y firmó un papel en blanco antes de que el club dispusiese de un contrato que darle para que estampase su firma.

Así Diego fue el primer valiente que decidió formar parte de una plantilla que no sabía si iba a poder salir a competir a finales de Agosto de 2003. Finalmente eso fue posible y, aunque tardó en entrar en el equipo, pronto se hizo un hueco en el once y en los corazones de los oviedistas que le tomaron como un nuevo ídolo, sustituyendo a la defenestrada imagen de Oli.

En Noviembre de ese año, 2003, el Oviedo jugaba en Pola de Lena, una pequeña población asturiana en el campo de “El Sotón”. Diego Cervero ostentaba la titularidad en ese partido, aún no había marcado ningún gol con la camiseta del primer equipo y en una tarde que jamás olvidará le hizo 4 goles a los lenenses. El primer gol de su carrera en el primer equipo azul le costó caro, pues al celebrarlo con varios cabezazos en el suelo se abrió una brecha en las cejas y le tuvieron que poner puntos y una venda, eso no evitó que marcara tres goles más y los celebrase escanciando sidra.

Al finalizar ese año, llegó el partido decisivo que podía darle el partido de play-off de ascenso al Oviedo, tras caer 1-0 contra el Arteixo en Galicia, tocaba jugar la vuelta en el Tartiere donde los gallegos se llegaron a poner 1-2, Cervero salió al campo y nada más entrar marcó el 2-2 haciendo gestos a la afición para que tuviera esperanzas de remontar, hacian falta dos goles más y llegaría otro a poco del final, pero no fue posible marcar el cuarto que diera el ascenso y el Real Oviedo se quedó un año más en tercera. Acabado el partido, entre lagrimas, Cervero compareció en rueda de prensa, y soltó una frase que se quedará grabada en la historia del Real Oviedo y en la retina y oidos de los aficionados azules: “No se si por mi calidad podré llevar a este equipo a primera, pero lo que tengo muy claro es que, hasta que el Oviedo no suba a Segunda B, o me muero o yo de aquí no me marcho, por mi madre y por mi padre”.

Y así fue, al año siguiente el Oviedo, con Cervero como pichichi de la categoría, ascendió a segunda B y el loco jugador azul se convirtió en protagonista del ascenso al pasearse por el césped del Tartiere en calzoncillos con un micrófono jaleando a la afición haciendo volteretas.

Pero tras este ascenso su trayectoria en el Oviedo no fue un camino de rosas, con un primer año en el que apenas jugó marcando tres goles. No fue renovado en el segundo año, tras una auténtica cacicada de la nueva directiva que había entrado el año anterior. Como consecuencia de esto, Cervero tuvo que emigrar al Marbella y luego volver en el periodo invernal para jugar en Asturias en un equipo cuyo nombre no podía estar más acorde a su personalidad, el Lealtad de Villaviciosa. Pero la mayor consecuencia de la pérdida del espiritu de Cervero en el vestuario, un jugador que inculcaba los valores del Oviedismo a sus compañeros, fue que, tras dos años en 2ªB, el Oviedo regresó a tercera.

Un nuevo cambió de directiva meses antes del descenso, trajo de nuevo al año siguiente al Cervero al Real Oviedo, tras un año fuera de “su casa”. Todo volvía a empezar de cero, el Oviedo volvía a tercera y Cervero regresaba para rescatarlo. Pese a que el año pasado (el primero tras el regreso a tercera) no se pudo lograr el ascenso, por culpa del nefasto entrenador Lobo Carrasco, Cervero fue pichichi de la categoría de nuevo, y en la actualidad, en esta nueva temporada, lo sigue siendo, pero esta vez, con el objetivo de que al final de temporada se consiga el ascenso y que lo último que haga Cervero en el Tartiere este año sea volver a dar volteretas en calzoncillos y no llorar de rabia en la rueda de prensa prometiendo cosas que le encumbraron como el salvador en el campo de este histórico equipo llamado Real Oviedo. Si así es, el Oviedo abandonará de una vez por todas la dichosa tercera división.

Cristian Padilla